martes, 8 de enero de 2013

Dar de comer a la bestia

Parto de la premisa de que los monopolios son problemáticos. Generalmente malos, aunque tal vez alguna excepción sea posible. Pero, desde luego, problemáticos.

Partiendo de esa premisa, se criticó (y con razón) hasta la saciedad a Microsoft durante los últimos 20 años. Una empresa privada, que vende su producto en régimen de cuasi-monopolio de facto, y qie aprovecha esa circunstancia para amasar la mayor fortuna del planeta. 

Mucha gente, gurús y menos gurús (yo mismo me incluyo entre los, no ya menos, sino no gurú en absoluto) trabajó para crear y difundir alternativas a Windows, para que realmente existiera otra posibilidad, para que el monopolio se rompiera. Recuerdo la pelea que tuve para dar a conocer Ubuntu (y otras distribuciones parecidas anteriormente). Microsoft era el enemigo. El icono de Internet Explorer, la representación de todo mal.

Pero de todo aquello han pasado ya muchos años. Y algunas sentencias por prácticas monopolísticas que hicieron que Microsoft tuviera que retocar ciertos aspectos de su producto. Pero, sobre todo, lo que acabó con el monopolio, fue el cambio de paradigma: la conectividad dejó de ser algo exclusivo del ordenador, y muchos otros dispositivos permiten hoy día estar conectado y realizar trabajo, sin necesidad de un ordenador, tenga ese ordenador Windows o no.

Pero me da la sensación de que algunos de aquellos gurús, adalides del anti-microsoftismo, y a los que se les llena la boca hablando de cómo las empresas se tienen que adaptar a los cambios, están siendo, precisamente, los que no se están dando cuenta del cambio. Aunque en ordenadores Windows sigue siendo lo más extendido, en lo que no son ordenadores Google está cogiendo delantera. A priori no tiene por qué ser malo, y los gurús están aplaudiendo con las orejas. Pero me parece increible que no se den cuénta de cómo ese éxito de Google que tanto les alegra está dejando a otros productos técnicamente superiores por el camino. De cómo Google está 'unificando'  (¿fagocitando?) muchos servicios para que de una forma u otra haya que pasar por su aro. De cómo el Monopolio ya no está en Microsoft, sino que se está acercando peligrosamente a otro sitio. Ojo! Todo legal, eh? No nos equivoquemos...

Pero yo no entiendo por qué se alegran. Mejor dicho, sí lo entiendo: su antiguo enemigo está siendo vencido, y eso les alegra. Y aplauden con las orejas. Pero no entiendo cómo no se dan cuenta de que hoy, en muchos ámbitos, aquel antiguo enemigo ya no lo es, ya no tiene la posición de monopolio que le hizo ser enemigo, sino que, al contrario, es una alternativa razonable al nuevo monopolio en ciernes que debería ser el nuevo enemigo. Desde hace pocas semanas, ya no veo como el enemigo al icono de Internet Explorer, sino como la alternativa.

Intentad pasar por una tienda de telefonía y pedir un teléfono que no sea android (o, a lo sumo iPhone, pero esa gente tiene su propia religión).  Comerciales, que, en principio, mientras te vendan un teléfono les debería dar lo mismo qué marca sea, te mirarán con cara entre extrañada y asqueada cuando les explicas que en dos años y medio con Android ves muchas carencias, muchos problemas, muchas cosas sin pulir, y que quieres volver a la solvencia de quien lleva media vida fabricando tus teléfonos. Que quieres un Symbian, o un Lumia. 'Es que eso ya no sirve', te dirán, aunque no sea cierto. 'Ahí no tienes aplicaciones', te dirán, aunque no sea cierto. 'Ha habido una inundación en la fábrica y no vas a poder conseguir piezas de recambio', te dirán, aunque no sea cierto. 'Es mucho peor', te dirán, aunque no sea cierto. 

Todo eso te dirán, porque han hecho caso a los gurús que dicen lo que es cool o no, lo que es el enemigo o no, lo que merece la pena o no, independientemente de que técnicamente tenga sentido o no. No se dan cuenta de que eso también es el monopolio: menospreciar alternativas válidas hasta hacerlas inviables. Están dando de comer a la bestia. Pronto llegará el día en que estaremos en un nuevo monopolio, mejor tejido que el anterior. Y, entonces, en el mejor de los casos, se darán cuenta y se lamentarán. Pero, en el peor, de nuevo aplaudirán con las orejas el haber vencido a su antiguo enemigo, aunque ya no sea tal, aunque el enemigo sea otro. Otro del que ellos forman parte.

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