martes, 3 de septiembre de 2013

La primera en la frente.

Aun con la magia de Menorca en el cuerpo, y aun intentando disfrutar lo poco que quedaba de vacaciones, a caballo ntre las playas de Castro y Gorliaz, nos hemos dado de bruces con la realidad: el ritmo al llegar a casa en absoluto es el despreocupado de la isla.

Y lo hemos encontrado en el Puente Colgante. Por ir más tranquilos de Castro a Gorliz, en lugar de coger autopistas, y cruzar por Rontegi, nos fuimos a Portugalete a cruzar el puente trasbordador. Nos sorprendimos cuando nos dijeron que no se podía pagar con barik ni con creditrans (cuando antes sí era posible) y le preguntamos al chico que nos atendió y nos vendió los billetes (muy majo) cómo podíamos hacer llegar a la empresa que eso nos venía mal:  si él mismo podía elevar el comentario, o si era mejor que pusiéramos una reclamación.

Hasta ahí todo muy civilizado. Pero en el momento de oír la palabra 'reclamación', su compañero, un señor más mayor, con el pelo blanco, y cara de pocos amigos, se metió en la conversación como un elefante en una cacharrería. De muy malos modos nos dijo que para qué íbamos a poner una reclamación, que para ellos era mucho mejor así. Como a mi me parece que explotar un servicio público pensando exclusivamente en los intereses de los trabajadores y no de los clientes es una mala política, dado que si al cliente se le retiran facilidades se acabará perdiendo, así se lo hice saber. Con lo cual se cabreó aun más, y, a gritos, nos espetó que cada uno en su casa hace lo que quiere, vamos, que si no me gustaba que no volviera. Y ya la cosa se tornó absolutamente surrealista cuando nos gritó que la culpa era nuestra por ir en coche por ahí. Todo ello mientras su compañero, el que sí nos trató profesionalmente, se moría de vergüenza. 

La verdad es que estoy perdiendo los reflejos. En otros tiempos, por una cosa así, directamente le hubiera pedido el libro de reclamaciones, pero este día, nos quedamos tan helados por los gritos de alguien que estaba tan abiertamente tirando piedras contra su propio tejado, que simplemente dejamos de hablarle para que la cosa no fuera a más. Pero iremos a poner esa reclamación, evidentemente.

Porque gente así no puede estar de cara al público. Porque un trabajador que es la cara de la empresa, bajo ningún concepto debería gritar a los clientes y decirles que no deberían usar sus servicios. Y menos aun si en Bizkaia estamos tratando de dar una cara amable y hacer que los turistas se sientan acogidos, porque no lo vamos a conseguir con energúmenos como este señor tratando así a la gente en uno de nuestros mayores atractivos turísticos, nombrado por Unesco Patrimonio Industrial de la Humanidad. Porque nosotros no éramos turistas, pero podríamos haberlos sido. Y yo, desde luego, estoy haciendo turismo en un sitio, y me tratan así, y no vuelvo. Y las referencias que daría a mis conocidos en el boca a boca tampoco serían buenas. Es eso lo que queremos? 

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