miércoles, 11 de febrero de 2009

Mi olfato es mi enemigo

Es prontito por la mañana. A pesar de haber dormido muy poco por trabajar hasta tarde, me levanto. Bueno, más bien apago el despertado y tardo un ratito en levantarme. Sigo el ritual de aseo y puesta a punto diario, y me voy a trabajar. Según salgo del portal, la primera en la frente. O más bien en la nariz, porque se huele de forma que es imposible abstraerse. En el bar de debajo de casa están preparando tortilla. Una tortilla, por cierto, que de vez en cuando solía comer y que está francamente rica, jugosita y con mucho sabor. Pero, el control del peso requiere ciertos sacrificios, así que no pudo probarla. Frita, con tanto hidrato de carbono de buena mañana, el colesterol del huevo... qué va.

Así que cojo, sigo adelante, y llego al trabajo. Cuando entro, casualmente, en la cafetería están horneando los croissanes para el desayuno... que rico y apetitoso huele... que asco no poder comer uno... o dos! Y es que es lo malo de estar a dieta. Que, aunque normalmente no me comería uno de esos, y menos dos, pues el mero hecho de saber que no puedo comerlos, me trae por la calle de la amargura.

En fin, habrá que consolarse viendo los resultados, que parece que no son del todo malos.


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1 comentario:

José Antonio dijo...

Yo me desayuno todas las mañanas un croissant o una napolitana rellena de chocolate. Hoy, excepcionalmente, magdalenas rellenas de mermelada. Sé que lo tengo que dejar, pero de momento e sigo permitiendo pequeños caprichos, como el chocolate.
El secreto está en quemar más calorías. Este domingo regreso al gimnasio, por cierto...